Por Orna Ben Dor

Traducido por: Nuria Nuñez Pascual

“No es Itamar, no es Amos, ni Ronni… no sois vosotros en absoluto, sino yo. Es mi anhelo que se vistió de vosotros, el que buscó un eco, el que quiso concederse, derramarse, comprometerse, sostenerse, aquietarse.”

[Dafna, 17 años, diario privado].

¿Cuál es la naturaleza del anhelo descrito en el diario de Dafna? Aparentemente es un anhelo del amor de un hombre y de intimidad, pero en realidad tiene que ver con un anhelo mucho más profundo, el que se asienta en la base de la existencia humana – el anhelo de lo divino, del todo, de la unidad.

En todos y cada uno de nosotros hay un anhelo de “volver a casa”, de regresar a la unidad de la que emergimos y a la que volveremos cuando llegue el día. Esta aspiración es un anhelo profundo e interior de una experiencia emocional y espiritual que llene nuestras vidas y les dé sentido. La búsqueda puede adoptar diversas formas y maneras en distintas personas y a distintas edades: anhelo de dinero, honor, estatus, poder político, una posición elevada, el enamoramiento y también las adicciones.

En este ensayo intentaré establecer una conexión entre el conocimiento antroposófico sobre el desarrollo cósmico del mundo y la experiencia anhelante que habita en el alma de todos y cada uno de nosotros.

Según la ciencia espiritual antroposófica, todas las emociones, todos los estados mentales – incluido el anhelo – se originaron en poderosos procesos que tuvieron lugar en tiempos muy antiguos a entidades espirituales que son más elevadas que los humanos.

“Esta sensación – y con eso nos acercamos más y más a la vida humana terrestre -, mirándola bien, es conocida por cada alma en su vaguedad y, a la vez, en su forma martirizante y pertenece plenamente a lo que se tratará, el próximo jueves, en la conferencia pública sobre “Las Profundidades Ocultas de la Vida Anímica”. Esta sensación cuya existencia percibe cada alma en lo más hondo de sí misma emerge, de tanto en tanto, a la superficie de la vida anímica y es entonces cuando quizás sea menos angustiosa. Pero nosotros, los seres humanos, vivimos a menudo con esta sensación sin tener plena conciencia de ella y sin embargó está. Quisiera recordar las palabras del poeta, para destacar lo vagamente angustioso, matizado de dolor que la caracteriza: “Tan solo quien conoce el anhelo, sabe lo que sufro”. Se refiere al anhelo como disposición de ánimo. El anhelo tal como vive en las almas de los hombres, no solamente cuando desean esto o aquello.” (1)

 

El Anhelo desde un Aspecto Cósmico-Espiritual

Para empezar, los seres humanos fueron creados completos, a imagen de Dios. “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza (…)” (Génesis 1:26). El primer Hombre formaba parte de la antigua unidad divina y armoniosa, pero aún no era un ser individual; carecía de autoconciencia y libertad. Dios lo situó en el Jardín del Edén “para vestirlo y guardarlo” – es decir, para mantener lo que allí había, la creación de Dios.

Tras comer del fruto del Árbol del Conocimiento, los ojos del Hombre se abrieron para reconocer su separación y soledad y, junto con ello, su falta de perfección. Como resultado de comer del fruto fue expulsado de la armonía divina y comenzó su viaje individual sobre la faz de la tierra – un viaje de autodescubrimiento. El camino de desarrollo del Hombre va desde un estado infantil, en el que es abrazado en los brazos de las fuerzas divinas, hasta un estado “maduro”, en el que gradualmente se convierte en socio de la creación.

A través de los repetidos ciclos de reencarnación en la tierra, cada persona tiene la oportunidad de rectificar y desarrollarse. En cada ciclo vital, el ser eterno del Hombre – su imagen divina – se reviste con diversos cuerpos denominados “envolturas”. Estos se llaman: Cuerpo Físico, Cuerpo Etérico y Cuerpo Astral (en el judaísmo: Alma (que significa cuerpo), Espíritu (que significa alma), y el ser eterno Esencia (Neshama)). A través de estas encarnaciones el Hombre avanza hacia su futuro como creador.

Pero no solo los seres humanos se desarrollan, la tierra misma se desarrolla con ellos, ya que todo el sistema solar cambia. En su libro La Ciencia Oculta: un bosquejo”, Steiner describe la evolución de la tierra. La primera encarnación de la tierra se denomina “Antiguo Saturno” (no se refiere al actual planeta Saturno, sino a todo el sistema solar). Esta es la etapa en la que se formó la base del cuerpo físico del hombre actual. Le siguió un larguísimo periodo de “sueño cósmico”, que puede compararse en el microcosmos al periodo intermedio de una persona entre la muerte y el renacimiento.

A continuación, el Sistema solar encarnó de nuevo – esta vez a un estado superior de consciencia donde se plantó la antigua semilla del cuerpo etérico humano – una etapa llamada “Antiguo Sol” (que no debe confundirse con el sol actual).

Tras otro periodo de “sueño cósmico”, se produce la tercera etapa de desarrollo, llamada “Antigua Luna”, en la que se crea el cuerpo astral del hombre.

Finalmente – en la cuarta encarnación, después de que otros planetas abandonasen la tierra, el Hombre obtuvo su Yo, la imagen de Dios. El planeta tierra es en el que vivimos hoy.

Los diversos planetas fueron y siguen siendo la morada de las Jerarquías espirituales superiores (llamadas en la Cábala: Esferas). El desarrollo espiritual de estas jerarquías es la fuente del mundo de las emociones, el mundo astral de los humanos.

Las diversas características del alma humana, tales como: el amor, la moralidad, el anhelo y el sacrificio son la progresión y el reflejo de un mundo de pensamientos, actos y logros cósmicos. Todas las características que hoy conocemos como nuestro mundo mental interior fueron ya creadas en anteriores encarnaciones de la tierra, como estados espirituales de consciencia de las jerarquías divinas. Nosotros no “generamos” o “creamos” nuestros sentimientos. Más bien son reflejos de estados de consciencia de los seres superiores.

“Reconocemos así que la ciencia espiritual enseña de qué manera los estados anímicos que hoy en día experimentamos, se han ido formando en el Cosmos, en el Universo. Al mismo tiempo reconocemos que tan solo las experiencias de nuestra propia alma pueden transmitirnos una idea de lo que espiritualmente subyace a las cosas.” (1)

Uno de esos actos es el sacrificio.

En el planeta del Antiguo Sol, ciertos seres espirituales se esforzaban por sacrificar lo mejor de sí mismo por los seres superiores. El sacrificio de esas entidades, también llamadas – los Espíritus de la voluntad o Tronos – fue rechazado. El rechazo del sacrificio por parte de los Querubines (Espíritus de la Armonía), impidió que los Tronos se unieran a ellos. De hecho, el rechazo del sacrificio fue un acto de amor que posibilitó a los Tronos continuar su desarrollo individual y no asimilarse en la unidad con los Querubines. El rechazo del sacrificio tuvo consecuencias de largo alcance para el desarrollo del mundo y del hombre.

El primer sentimiento que surgió en las entidades cuyo sacrificio fue rechazado fue – el anhelo. Esa emoción es la fuente del anhelo que habita desde tiempos eternos en todo ser humano.

Una disposición de ánimo de esta naturaleza es la que hemos de suponer en el caso de las entidades cuyo sacrificio fue rechazado. Lo que percibimos como anhelo en las profundidades de nuestra vida anímica, es una herencia de aquellos tiempos remotos de los que estamos hablando ahora. Diversos legados nos han quedado de las antiguas fases de evolución y la etapa de la que se trata aquí, nos ha dejado las múltiples clases de anhelo que existen en el fondo del ama, las múltiples clases de impulsos volitivos retenidos, imposibles de apaciguar.” (1).

En un círculo más estrecho que los enormes círculos cósmicos, la historia de Caín descrita en el Libro del Génesis representa el sacrificio y su rechazo.

3Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová.
4Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; 5pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante. 6Entonces Jehová dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante? 7Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él. 8Y dijo Caín a su hermano Abel: Salgamos al campo. Y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató.” 
(Génesis 4:3-8)

A diferencia de Abel, que fue llevado a Dios y devuelto a la unidad, Caín fue dejado en su soledad y errante. Sin embargo, Dios no quiso que muriese. El rechazo del sacrificio de Caín por parte de Dios fue acompañado de la orden:

… el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él.” (Génesis 4:7)

Dios ordena a Caín que continúe y se desarrolle para controlar de nuevo su parte astral inferior – los deseos e impulsos que no pudo controlar cuando mató a su hermano, Abel – y transformar esta parte en un sentido espiritual.

El anhelo insatisfecho es un estado mental en el que existe una búsqueda constante de plenitud. En el transcurso de la vida terrenal, la incapacidad del hombre para alcanzar la unidad se traduce en una experiencia de vacío. El alma insatisfecha se esfuerza por alcanzar lo siguiente que le proporcione al menos una sensación temporal de unidad y plenitud.

El rabino Kook, uno de los más grandes pensadores del judaísmo moderno, se refería a la palabra Cielo (en hebrero tiene su origen en “allí”) en el sentido de – allí. Siempre hay un “allí”… y tras ese “allí” hay otro “allí”… y así sucesivamente, sin llegar a un final. La búsqueda sin fin que surge del anhelo es el motor que empuja hacia adelante a la evolución en general y al hombre en particular.

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Bibliografía

  1. Steiner. (1911) “La evolución desde el punto de vista de lo verdadero”. Conferencia 4: El aspecto interior de la Incorporación Lunar de la Tierra. GA-132.

 

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