Por Orna Ben Dor
Traducido por: Nuria Nuñez Pascual
En este ensayo abordaré varias interpretaciones de eventos importantes en la vida de las personas, eventos a los que denomino “Eventos del Destino”. Me referiré al origen de la malinterpretación y argumentaré también que la interpretación incorrecta tiene un papel positivo crítico en la primera mitad de la vida (hasta los ~35 años). Además, reconocer que las interpretaciones fueron erróneas, exige sacrificio y la renuncia a creencias y patrones de supervivencia que hasta ese momento sirvieron lealmente y posibilitaron a la persona vivir una existencia relativamente segura.
Encarnación y Excarnación
Según la ciencia espiritual antroposófica, la evolución del hombre y la Tierra es la evolución de la consciencia; la humanidad, como el Hombre, evolucionó y todavía sigue evolucionando desde un estado infantil de consciencia visual onírica (que fue la fuente de todos los grandes mitos), hacia un estado despierto de consciencia intelectual-lógica, hasta un estado de sentido espiritual (llamado en Antroposofía “pensar vivo”), que no contradice al anterior, sino que complementa la realidad reconocida con una dimensión más profunda y significativa.
Desde su creación, los seres humanos aprenden cómo vivir en el mundo material, cómo adaptarse a sus términos y condiciones, a relacionarse en él, a ser parte de él (Encarnación). El proceso de aprendizaje se produce gradualmente con el tiempo, durante el cual cada paso de desarrollo implica también la evolución de la consciencia. La consciencia de un bebé no es la misma que la de un adolescente, y esta no es la misma que la de un adulto.
El Ur-Phenomenon (arquetipo) de la vida humana es la mitad de la vida; no se puede comprender al ser humano sin entender la inversión que se produce en la mitad de la vida, que está vinculada con el hecho de que el Hombre es una entidad compuesta a la vez de los elementos cuerpo-alma y alma-espíritu
Hasta la mitad de la vida una persona se establece en el mundo, aprende sus reglas y se adapta a ellas, mientras intenta mantener su existencia segura tanto física como mentalmente. Hoy en día las ambiciones de la gente pasan del deseo vivir bien y felices con comodidad económica y social, a hacer realidad su búsqueda de estatus, de influencia y poder, así como de autorrealización. Estas etapas están vinculadas a la primera parte de la vida y un poco más allá (aproximadamente los 42 años), y son adecuadas en esa etapa.
Entrar en la segunda mitad de la vida (Excarnación) lleva a plantearse otras preguntas como: ¿Qué hago en este mundo? ¿Debo seguir haciendo lo que he estado haciendo hasta ahora? ¿Estoy realmente conectado conmigo mismo o me he perdido en la carrera de la vida? ¿Estoy viviendo con la pareja adecuada? Etc. Estas preguntas y otras surgen como resultado de la experiencia interior, aunque sea subconsciente, que caracteriza esta fase – la comprensión de que nuestro tiempo aquí es limitado y de que en algún momento nuestra vida llegará a su fin. Este sentimiento aumenta con frecuencia a medida que nuestro cuerpo se debilita, un proceso que se inicia a finales de la treintena. Mientras que en la primera mitad de la vida la gente siente que “el cielo es el límite” en términos de capacidades físicas y de otro tipo, esta sensación empieza a verse minada en la segunda mitad de la vida.
Las tres fuerzas del alma: Pensar, Sentir y Voluntad
El hombre posee tres fuerzas, denominadas por el Dr. R. Steiner – fuerzas del alma: pensar, sentir (sensación), y voluntad (actividad real). Estas fuerzas anímicas se entrelazan de forma automática. Por ejemplo: una persona entra en una habitación y percibe olor a gas de cocina; inmediatamente surge un pensamiento: hay gas, es peligroso; este pensamiento se traduce en acción – búsqueda de la fuente de la fuga de gas y cierre del grifo, apertura de las ventanas, huida, etc.
Este vínculo instintivo automático sirve a la supervivencia de la persona y a su seguridad existencial; sería extraño e irracional percibir el olor de gas que podría resultar peligroso y no realizar ninguna acción para acabar con el peligro.
Este tipo de razonamiento no está solo activo en los sentidos físicos sino también en lo que respecta a la vida mental de un joven, así como a la de un adulto que no se ha desarrollado psicológicamente. Por ejemplo: como niña soy insultada por un niño, que me pega, se burla de mí, etc. (sentir). Estos sentimientos se traducen en pensamientos, por ejemplo: el niño es malo, está actuando deliberadamente en contra de mí (pensar). Después, “desciende” [1] a la voluntad, a la acción, y decido hacer algo, ya sea defenderme, evitar reaccionar o huir.
Este tipo de conexión en modo supervivencia entre las tres fuerzas del alma permite a la persona asegurar su existencia física-mental. Parte de la seguridad mental se manifiesta en la incapacidad del niño de reconocer cualquier mala acción o maldad que hay cometido, y por lo tanto la proyecta en los demás. Siempre afirmará: “ha empezado él…”, “él es malo…”, etc. Asumir la responsabilidad sobre el mal y la falta de moral propia requiere que uno atraviese un valiente procedo de autodesarrollo y una audaz capacidad de introspección. Esta capacidad no es necesaria ni aconsejable para un niño, ya que socava su seguridad existencial.
La segunda mitad de la vida gira más en torno al desarrollo que a la supervivencia. Es el momento de afrontar con valentía y cumplir las exigencias de la entidad espiritual en nuestro interior. Una exigencia fundamental y muy significativa es la separación de las fuerzas del alma: pensar, sentir y voluntad, que hasta ahora estaban conectadas instintivamente.
¿Qué significa esto?
Supongamos que durante una conversación con nuestro cónyuge nos sentimos ofendidos. Esta herida está evidentemente ligada a la fuerza del alma que llamamos: sentir. El pensamiento automático que normalmente le acompaña es: quería hacerme daño, es malvado, mezquino, etc.
Aquí, entre el sentir y el pensar, tenemos una primera oportunidad de romper el vínculo automático. Debemos preguntarnos: ¿es realmente así? ¿El hecho de que me hayan hecho daño indica necesariamente que el otro intensase hacerme daño?
Mantener la separación entre el sentir y el pensar permite la ruptura del vínculo automático que los une. Obviamente, una vez roto, resulta más fácil desvincularlos del actuar/hacer (la respuesta de la fuerza llamada “voluntad”). Si el otro realmente no quería hacerme daño, entonces no hay necesidad de actuar para corresponderle, o bien para alejarse de él.
El proceso de separación de las fuerzas del alma no es un hecho puntual ni es absoluto; requiere un proceso continuo de trabajo repetido sobre los vínculos automáticos en nuestra vida.
¿Qué significa desatar el vínculo automático entre las fuerzas del alma?
Ante todo, la capacidad de sentir un sentimiento sin proyectarlo ni culpar a otros nos permite experimentarlo lúcidamente, como un sentimiento específico definido, y no como una mezcla caótica de sentimientos. A continuación, debemos ponerle un nombre, por ejemplo: me siento abandonado, me siento traicionado, etc. Una vez desconectamos la sensación de dolor de la intención deliberada de los otros de herirme, podemos examinar si el sentimiento que ha surgido puede que sea un tema repetitivo en nuestra vida, o si ha sido específico sólo del evento que me lo ha provocado. Tras concluir el doloroso proceso y reconocerlo como parte de nuestra vida, debemos continuar buscando su vinculación con nuestro destino, y la clave que nos brinda en cuanto a la posibilidad de desarrollo y reparación.
La mayor parte de nuestra vida transcurre en una realidad proyectiva, llamada en las antiguas culturas orientales, así como en Antroposofía, “el mundo de Maya”, que significa en sánscrito – el mundo de la ilusión.
Proyectar el “mal” en los demás nos permite evitar una sincera y profunda investigación biográfica y no nos permite experimentar el doloroso conflicto interno ni descifrar el modo en el que se corresponde con la biografía en su conjunto. Los sentimientos que afloran en un determinado evento pertenecen a la totalidad de la biografía de una persona, mientras la otra persona es un mero mensajero cuyo papel es hacer surgir y provocar esos sentimientos. Además, los eventos biográficos son un detonante para que afloren sentimientos de vidas anteriores que pertenecen al karma de la persona y a su biografía. De ahí que, a menudo un fuerte sentimiento, como el sentimiento de abandono, corresponda en realidad a determinados actos llevados a cabo por esa persona en una vida anterior, que deben ser enmendados en su encarnación actual. La corrección se expresa de dos maneras:
En la primera mitad de la vida, una persona experimenta sufrimiento sin comprender su conexión con su ser como un todo; esta es una corrección pasiva, la experiencia del sufrimiento es el resultado del sufrimiento infligido por esa persona a otros en una vida anterior. En la segunda mitad de la vida la corrección es activa – existe la posibilidad de reconciliarse con el sufrimiento comprendiendo su relación con la reparación, asumiendo la responsabilidad y corrigiendo los actos inmorales.
A menudo, una vez concluido este proceso, el sentimiento doloroso dominante que nos acompañó a lo largo de la vida se desvanece o incluso desaparece por completo; también, los eventos que tienden a suscitar ese sentimiento dejan de producirse. Además, uno comprende que su interpretación de eventos neutros estaba coloreada, hasta ahora, con ese sentimiento biográfico y puede dejar de proyectarlo, o por lo menos tomar consciencia cuando aflora y poder afrontarlo con una voz diferente que pregunta: ¿quizás no?
Obviamente, todo lo anterior está pre condicionado por la correcta separación de las fuerzas del alma.
“Así, los órganos del pensamiento, el sentimiento y la volición, quedan separados entre sí y recíprocamente independientes. En adelante, su enlace ya no se producirá según sus leyes inmanentes, sino por medio de la ya despierta conciencia superior del hombre. El cambio que el discípulo llega a notar consiste precisamente en que no se produce conexión alguna entre una representación y un sentimiento, o entre un sentimiento y una volición, etc., a menos que él mismo la establezca. Ningún impulso le lleva de un pensamiento a una acción, si no es él mismo quien, libremente, suscita tal impulso. Ahora puede mantenerse insensible, sin la menor emoción ante un hecho que, antes de su discipulado, le habría impulsado a la acción espontánea. Por otra parre, puede decidirse a realizar actos que serían totalmente inmotivados para quien no se haya sometido a la enseñanza oculta. La coronación de los esfuerzos del discípulo es el absoluto domino de la acción coordinada de las tres fuerzas del alma; pero esta acción coordinada queda entonces enteramente supeditada a su propia responsabilidad.” (1).
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Bibliografía:
- Steiner – “Cómo conocer los mundos superiores” (Disociación de la personalidad durante el desarrollo espiritual”. Escrito en 1904
[1] La palabra indica que se actúa a través de los miembros, las piernas huyen, los brazos se mueven, etc.